En el lugar y la hora correcta
- Diana Quirós
- Oct 18, 2019
- 4 min read
Updated: Jan 5, 2022

Muchas veces escuchamos la frase “Debes estar atento a las oportunidades”. Esto implica la idea de que habrá cosas que debemos agarrar tan pronto se nos presenten, pues luego pueden no estar al alcance. Hay momentos en la vida que incluso pareciera que necesitamos no solo identificar el momento adecuado, sino que debemos ir a los lugares adecuados o tener las conexiones correctas.
“Conseguiría ese trabajo si tuviera las mejores referencias…”
“Lograría ese aumento si mi jefe intercediera por mi y me recomendara…”
Este es el tipo de pensamientos que solemos tener ante situaciones que pensamos que son difíciles de sortear por nuestros propios méritos solamente. En la Biblia se nos cuenta la historia de una mujer que había conocido al profeta Eliseo. Ella había recibido un milagro sobrenatural e inimaginable, su hijo había sido resucitado por el servidor de Dios. Tiempo después la tierra donde ella vivía comenzó a atravesar una situación de escasez y hambre, por lo cual ella tuvo que vivir por varios años en una tierra extraña. Cuando llegó el momento de regresar a su país ella debía llegar ante el rey y pedirle que le devolviera sus propiedades y su casa. Dependía en esas circunstancias de que el rey quisiera tener un buen gesto con ella, y que no retuviera por la fuerza lo que había sido de esta mujer. Pero la mujer llegó a ver al rey en el momento más oportuno que pudiera usted imaginar:
Cuando ella entró, el rey estaba conversando con Giezi, el sirviente del hombre de Dios, y acababa de decirle: «Cuéntame algunas de las grandes cosas que ha hecho Eliseo». Cuando Giezi estaba relatándole al rey la ocasión en que Eliseo le había devuelto la vida a un niño, en ese preciso instante, la madre del niño entró para presentarle al rey la petición de su casa y de sus tierras.
—¡Mire, mi señor el rey! —exclamó Giezi—. ¡Ella es la mujer y este es su hijo, el que Eliseo volvió a la vida!
—¿Es cierto? —le preguntó el rey.
Y ella le contó la historia. Entonces el rey dio instrucciones a uno de sus funcionarios para que la mujer recuperara todo lo que había perdido, incluso el valor de todos los cultivos que se habían cosechado durante su ausencia. (2 Reyes 8:4-6)
Esta mujer sunamita estuvo en el momento y en el lugar correcto y pudo recibir lo que necesitaba!!
La buena y maravillosa noticia es que si nosotros prestamos un poco de atención a aquello que Dios ha dicho podemos llegar al lugar y en el momento correctos. Nosotros tenemos acceso a un lugar que va mas allá de cualquier oficina presidencial, de cualquier instancia de gobierno o empresarial. Dios nos ha permitido poder entrar a aquel lugar en el momento oportuno.
Puede que pensemos, ¿cuál es el momento oportuno??? Yo no sé ni cómo voy a orar, yo no sé ni que voy a decir, a mi se me acaban muy rápido las palabras. La única oración que me sé es cómo orar por los alimentos que me voy a comer. Déjame decirte, en las mañanas es el momento correcto, en las tardes es el momento correcto, en la angustia es el momento correcto, cuando estás alegre es el momento correcto!!!
Dios es maravilloso!!! El encuentra siempre la manera de proveernos aquello que necesitamos. Sin temor debemos llegar ante la presencia del Rey de Reyes y el Señor de Señores, allí hay uno esperando para interceder por nosotros!! Allí hay uno esperando para contar las maravillas de Dios que han ocurrido en nuestra vida!! Allí hay uno esperando para recordar la obra gloriosa que Jesús ha hecho en nosotros!!
Y el Padre, quien conoce cada corazón, sabe lo que el Espíritu dice, porque el Espíritu intercede por nosotros, los creyentes, en armonía con la voluntad de Dios. (Romanos 8:27)
¿Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como estas? Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra? Si Dios no se guardó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos dará también todo lo demás? ¿Quién se atreve a acusarnos a nosotros, a quienes Dios ha elegido para sí? Nadie, porque Dios mismo nos puso en la relación correcta con él. Entonces, ¿quién nos condenará? Nadie, porque Cristo Jesús murió por nosotros y resucitó por nosotros, y está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios, e intercede por nosotros. (Romanos 8:31-34)
Dios no solo está dispuesto a recibirnos en su trono, sino que aquello que está dispuesto a darnos no se basa en nuestros méritos. Así como lo oye, no está directamente ligado a nuestra capacidad, sino a lo que ya Cristo hizo por nosotros. Así como le paso a aquella mujer, ella llegó con la intención de pedir, pero la referencia del criado del profeta de Dios hizo que el rey no dudara ni por un segundo. Cuando el rey escuchó lo que Dios había hecho por ella y las maravillas que había vivido gracias al favor de Dios, le entregó aquello que ella pedía.
Cuando venimos ante Dios tenemos un intercesor que habla de las grandes maravillas de perdón y restauración que hizo Jesús en nuestras vidas, de cómo nos resucitó y nos dio vida nueva, de cómo borró nuestros pecados y nos vistió de ropas blancas. Aleluya!!!